martes, 11 de agosto de 2009

Primera UPM de esta Semana: curso de Lunes y Martes

Buenos Días Estudiantes: Tal y como lo había prometido, hoy publico la Mejor UPM de la semana que es la de Sylvia Ramírez. La cualego para que la lean, muchas gracias, Mariana Jaramillo

Pontificia Universidad Javeriana

Asignatura: Psicología en el Trabajo

Entregado por: Sylvia Ramírez Stapper Fecha: 03 de Agosto de 2009.

Vigencia del Proyecto Moderno en Colombia en Nuestros Días

Hablar de este tema puede llegar a ser efímero y surrealista; no porque la modernidad y la modernización se hayan dado en momentos y circunstancias diferentes en Colombia, sino porque queda un sinsabor de si definitivamente se han terminado de dar y a que costos sociales, culturales y humanos se están desarrollando.

Es claro que Colombia ha heredado todo lo que sabe de estos temas de Francia e Inglaterra; pero pareciera que los recibe de una forma distorsionada y lenta; puede ser que en el papel se vea al mundo moderno como “El triunfo de interés laicos sobre la visión religiosa, por el surgimiento de una ética política, por el descubrimiento del hombre como ser histórico y por el interés del conocimiento del mundo” Melo, (1990). Pero de todo esto, ¿que ha llegado a la práctica colombiana?; Tal vez es más de lo que imaginamos: se logro consolidaciones de grupos comerciales, se crearon las bases para un sistema bancario, se crearon políticas de exportaciones; y sobre todo se adopto una política educativa más agresiva con énfasis científico y tecnológico. Melo, (1990).

Aunque puede verse con muy buenos ojos todos estos cambios en pro de un desarrollo social, cultural, económico y político, más amplios y enriquecidos; queda en el tintero mucho por explorar y hacer a favor de una modernidad sostenida por buenas infraestructuras y maquinaria que solo no la da la modernización.

Lo que ha faltado en Colombia para obtener una clara modernidad se centra en la poca modificación de una estructura social y económica, es decir, se hicieron cambios en lo comercial, en las exportaciones y la manutención de las nuevas tecnologías, pero se olvido cambiar la mentalidad “campesina” y arcaica con la que hoy en día la mayoría de la población sigue viviendo.

Consecuencias de este tipo de mentalidad se ven muy claras: El peso que tiene la iglesia para decisiones políticas, económicas y sociales del país, la ausencia de movilización popular, la educación como herramienta religiosa, y la polarización tan marcada dentro de una sola cultura; entre otras. En general, “se instauro un orden capitalista antes de instaurar un orden cultural y social competitivo y abierto” Melo, (1990).

Entonces, ¿qué modernidad esta instaurada en Colombia?, es claro que es una modernidad parcial y represiva que deja como resultado un Estado debilitado con una estructura primitiva y bloqueada, donde se discute su legitimidad y poder; igualmente, vemos una participación popular restringida, donde el empleado prefiere callar antes de luchar por sus derechos, pero sobre todo vemos una sociedad fragmentada que no es capaz de unir e integrar todos los sectores que de una u otra forma favorecen el crecimiento Colombiano.

Queda ahora la duda de si algún día se podrá reconstruir una sociedad con una clara convivencia y orden total, antes de que Colombia se resigne a ver como se desmoronan buenas ideas pero pocas acciones, solo por ver un capitalismo adelantado pero sin bases.

Melo, Jorge. (1990). Algunas consideraciones globales sobre "Modernidad" y "Modernización" en el caso colombiano. Publicación digital en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. . Recuperado el 02 de Agosto de 2009.


martes, 4 de agosto de 2009

ARTICULOSOBRE CONDICIONES DE TRABAJO FLEXIBLE EN EL TRANSPORTE URBANO

Buenos Días estudiantes: A continuación me permito dejar un artículo que complementa lo que hemos visto sobre las condiciones de trabajo de la actualidad. Espero sus comentarios en clase, mcuhas gracias, Mariana Jaramillo

CONDICIONES FLEXIBLES DE TRABAJO Y CONOCIMIENTO PSICOLOGICO: EL
CASO DEL SERVICIO TRADICIONAL DE TRANSPORTE DE PASAJEROS EN
BOGOTA, COLOMBIA.
FLEXIBLE WORKING CONDITIONS AND PSYCHOLOGICAL KNOWLEDGE: THE
CASE OF THE URBAN PASSENGER TRANSPORT SERVICE IN BOGOTA,
COLOMBIA.
Hernán Camilo PulidoMartínez1
Cardiff University /Pontificia Universidad Javeriana
Revista Iberoamericana de Psicología: Ciencia y Tecnología (1): 918,
2008
Resumen
Este artículo explora la relación entre la psicología y el mundo del
trabajo. Específicamente, se acerca a aplicaciones del
conocimiento psicológico en el sistema de transporte urbano
“tradicional” en Bogotá, Colombia. La psicología del
trabajo/industrial/organizacional no ha tenido mayor
trascendencia en este sector que se caracteriza por: la propiedad
distribuida, la flexibilidad laboral, la maleabilidad para extenderse
a todas las áreas de la ciudad, así como también por una multitud
de conflictos entre conductores y propietarios de los vehículos. El
análisis del lugar de la psicología en este servicio se adelanta a
partir de los dos niveles en los que frecuentemente se adelantan
las intervenciones psicológicas en el trabajo: el individuo y los
pequeños grupos (Hollway, 1991). Se relacionan estas
intervenciones con las particulares condiciones laborales que se
presentan en el sector y con otros ámbitos laborales dedicados a
prestar servicios.
Palabras clave: Psicología del trabajo, Psicología Industrial
Organizacional, Condiciones de trabajo, Transporte Urbano.

Abstract
This paper explores the relationship established between
psychology and the world of work. Specifically, it considers
psychological interventions conducted within the “traditional”
urban passenger transport service in Bogotá, Colombia. Industrial,
work and organizational psychology have not had major influence
in this sector which is characterized by flexible working
conditions, distributed property, conflicts between drivers and
owners of the vehicles and malleability to be shaped accordingly
to the contours of the city. The analysis of the place of psychology
1 Hernan Camilo PulidoMartinez.
Docente Universidad Javeriana. Correo: cpulido@javeriana.edu.co
pulidomartinezhc@
cf.ac.uk.
within this service targets individual and small group
interventions (Hollway, 1991). These interventions are related to
the particular working conditions of the traditional service, as well
as to other work settings dedicated to offer services.
Key words: Work Psychology, Industrial and Organizational Psychology,
Working Conditions, Urban Transport.

Introducción
El mundo del trabajo se encuentra saturado de técnicas, teorías, agentes,
instituciones, publicaciones y empresas consultoras que de variadas maneras se
relacionan con la producción y aplicación de la psicología (Hollway, 1991; Rose,
1999; Ward, 2002; Castel, 1984). Los investigadores han mostrado como desde
que el trabajador contemporáneo inicia su vida laboral se ve envuelto en una
serie de intervenciones que se sabe donde empiezan pero no donde terminarán.
Así, para el trabajador el reclutamiento y la selección son la puerta de entrada al
empleo, los programas de inducción, capacitación y promoción del liderazgo
posteriormente, y a lo largo de su vida productiva, continuaran la serie de
estrategias basadas en el conocimiento psicológico que se le aplican. Al acercarse
al final de su carrera laboral y aun después de que esta termina, las
intervenciones relacionadas con la psicología no cesarán, la razón, en la
actualidad el “ciclo psicológico” organizacional se ha extendido para que los
expertos en la subjetividad se ocupen de la adaptación a la vida sin empleo.
(UrdanetaBallen,
2005; PeredaMarín
& BerrocalBerrocal,
2001; APA, 2008).
Esta psicologización del mundo del trabajo ha llegado a tal punto que parece
“natural” que las técnicas derivadas de este conocimiento estén presentes en
todas facetas de la vida del trabajador (Shimmin & Wallis, 1994; Rose, 1996;
Crespo, Revilla & Serrano, 2006).
Sin embargo, existen algunos sectores de la producción en donde al
parecer esta obviedad de los procesos desarrollados por la psicología del trabajo
no se da por sentada. El sistema “tradicional” de transporte de pasajeros en
Bogotá es uno de ellos. Dentro de este sistema, compuesto por 67 compañías que
articulan a los 19.893 conductores de vehículos y un número similar de
propietarios, la psicología del trabajo no ha tenido una presencia notable. En
efecto es bastante raro encontrar en estas organizaciones psicólogos contratados
o consultores externos que se dediquen a estudiar e intervenir los problemas del
trabajo (MoncadaAristizabal
& BurbanoValente,
2005).
Esta carencia de intervenciones psicológicas en el sector del transporte
urbano de pasajeros en Bogotá no ha sido debidamente considerada. Cuestión
que resulta sorprendente si se tiene en cuenta que no se requiere ser un gran
experto para establecer los graves problemas que aquejan al sector. El sistema
tradicional se caracteriza por presentar problemas relacionados con agresión
entre los conductores y los usuarios, falta de respeto por las normas,
informalidad, accidentes, sabotajes, demoras y desorganización del servicio, así
como también, por ser una de las principales fuentes de contaminación
ambiental.
Quizás si se requiera algún nivel de experticia para establecer como en el
“caos” organizacional en el que se desenvuelve el sector, la manera en la cual se
ofrece el servicio resulta muy eficiente en términos de flexibilidad y efectividad
para una ciudad en constante movimiento y crecimiento. A donde la ciudad se
extienda, se hace acompañar de alguna ruta ofrecida por las compañías de
transporte tradicional, de tal manera que la forma en la que se ha extendido
Bogotá, sobre la sabana y las montañas aledañas, ha sido en parte posible gracias
a la maleabilidad que presenta el servicio tradicional. (Urrutia, 1981;
Montezuma, 1996).
En este artículo se examina el lugar de la psicología en el servicio de
transporte tradicional de pasajeros. Para esto, dentro del marco de las
condiciones laborales objetivas del sector, se consideran los dos niveles en los
cuales la psicología del trabajo actúa: el individuo y el pequeño grupo (Hollway,
1991). El análisis del lugar de la psicología en el ámbito del servicio tradicional,
caracterizado por la flexibilidad en las condiciones laborales, la autonomía del
trabajador y por la carencia de un vínculo fuerte entre la empresa y el conductor,
se adelanta no solamente para entender la posición del conocimiento psicológico
dentro de este tipo de condiciones laborales particulares. También, se tiene como
propósito iluminar el lugar de la psicología del trabajo en los procesos de
flexibilización que contemporáneamente se adelantan en el mundo laboral.
Propósito plausible si se consideran las similitudes que existen entre las
condiciones laborales del servicio de transporte tradicional y aquellas que
avanzan en el mundo del trabajo como resultado de la flexibilización promovida
por la ola neoliberal (PulidoMartínez,
2008).
Descartando razones Se podría pensar, inicialmente, que la falta de aplicación de las estrategias
psicológicas en las organizaciones del transporte tradicional se debe
fundamentalmente a que la disciplina psicológica ha tenido poco interés en
aspectos relacionados con el transporte, por lo tanto, cuando los psicólogos
tienen que confrontar los problemas particulares que se presentan en el sector
no encuentran fácilmente herramientas apropiadas para intervenir. Sin embargo,
este no parece ser el caso, pues si se observan los estudios históricos acerca del
desarrollo de la psicología del trabajo desde su aparición esta subdisciplina
se ocupo de diversos problemas de los sistemas de transporte. Por ejemplo, ya en
1913 Hugo Munsterberg exploraba los problemas prácticos relacionados con las
características psicotécnicas de los trabajadores de este sector. Los avances
desde entonces de la relación entre la disciplina psicológica y el transporte han
ido creciendo y diversificándose hasta constituir ramas que se ocupan y
especializan en aspectos tales como: el trafico, la conducción y los problemas
humanos del transporte. (Altman, Wohlwill, & Everet, 1981; Montoro, Carbonell,
Sanmartín, & Tortosa, 1995; Sais, ChisvertPerales
& BañulsEgeda
1997; Sáiz,
BañulsEgeda
& MonteagudoSoto
1997).
En este mismo sentido, si se considera la historia de la psicología en
Colombia, desde la introducción de la disciplina en el país se realizaron
intervenciones de tipo psicológico en el servicio de transporte de pasajeros. Las
investigaciones reportan que los pioneros de la disciplina, incluida Mercedes
Rodrigo, se ocuparon entre otros muchos aspectos de la selección de
trabajadores para el tranvía, transporte masivo que en la primera mitad de siglo
constituía uno de los principales medios con los que se presentaba el servicio de
transporte urbano de pasajeros en Bogotá (HernándezVargas,
ValenciaLara
&
RodríguezValderrama,
2003; Ardila, 2000).
Es posible pensar entonces que otros sectores podrían ser
estratégicamente más importantes para el bienestar de los habitantes de la
ciudad, razón por la cual, los psicólogos y sus herramientas no han tenido una
representación significativa dentro del servicio de transporte “tradicional”. Sin
embargo, fácilmente se puede comprobar que esto no es así. De hecho, la
estructura del servicio “tradicional” de transporte se reproduce de la misma
manera en la capital, como en el resto de las principales ciudades del país.
Aproximadamente el 70% de los 44.000.000 millones de colombianos vive en
áreas urbanas. Cifras que señalan la importancia que tienen los problemas que
se derivan de la manera en que se presta este servicio puesto que aun en la
actualidad con la introducción de alternativas como Transmilenio la mayor parte
de la población tiene que usar el servicio “tradicional”.
Cabria también la posibilidad de que los psicólogos no estén interesados
en el transporte “tradicional” porque de este se desprende una fuente
significativa de ingresos, motivo por el cual se alejan del sector. Esta posible
explicación tampoco es suficiente si se tiene en cuenta que aun cuando el
conocimiento psicológico se ofrece sin tener que pagar una contraprestación
monetaria (como el caso de intervenciones universitarias y oficiales, como las
adelantadas por el Servicio Nacional de Aprendizaje) las compañías de
transporte están todavía desinteresadas en las aplicaciones psicológicas, las
recomendaciones que hacen los psicólogos ocupan un segundo lugar, pueden ser
rechazadas, o bien consideradas superfluas. Parecer ser que se les presta mucha
atención a las intervenciones psicológicas pero se les hace poco caso (PulidoMartínez
& CarvajalMarín,
2001; PulidoMartínez
& VargasMonroy,
1999; Silva
&Torrado, 1997).
Al analizar las intervenciones psicológicas traídas al sistema de
transporte tradicional por entidades gubernamentales y universidades es posible
observar el lugar particular que se le asigna a estas acciones que buscan mejorar
el servicio a través de formalizar los procesos internos de la organización. Vale la
pena enfatizar que las empresas “tradicionales” no rechazan las prácticas
psicológicas que les ofrecen las entidades oficiales y las universidades. Por el
contrario, estas son muy bien acogidas por diversos motivos que resultan
alejados de los objetivos que buscan alcanzar los psicólogos y las entidades que
las ofrecen. Entre estas razones se puede citar:
a) Las entidades que rigen el transporte han expedido reglamentos que
buscan formalizar el sector las cuales envuelven intervenciones de corte
psicológico, En este sentido, como bien ha sido señalado por Montezuma (1996)
para las estrategias modernizantes que se han aplicado con anterioridad, este
tipo intervenciones son bienvenidas en las empresas tradicionales aunque en la
lógica del sector se reacondicionen para que no produzcan los efectos para las
que fueron diseñadas.
b) Las intervenciones psicológicas son usadas como herramientas
disciplinarias para corregir a los conductores de manera simbólica por conductas
desaprobadas por la organización. A estos trabajadores se les obliga a asistir a
los talleres como reprimenda ante acciones reprobables cometidas durante la
conducción de los vehículos (BurbanoValente
& PulidoMartínez,
1997).
c) Las compañías aceptan las investigaciones e intervenciones
psicológicas porque ellas representan un incremento del prestigio social de las
empresas al contar con organizaciones universitarias valoradas dentro del
contexto social tales como las universidades (Valdelamar & Consuegra, 2000).
Estrategia individual. Selección de personal
Se presenta a continuación una de las aplicaciones del conocimiento
psicológico para resolver los problemas relacionados con la selección de los
conductores en el sector tradicional que ha sido ofrecida por psicólogos que
pertenecen a una entidad universitaria. El análisis de este reporte de selección
contribuye a dar respuesta a la pregunta por la falta de pertinencia del
conocimiento psicológico en el sector. A través de la aplicación del análisis
cualitativo del discurso se examina el lugar del conocimiento psicológico en el
ámbito del transporte urbano. De acuerdo con las recomendaciones de Phillips
& Jorgensen (2002) se consideran, tanto el texto del reporte, como las
condiciones objetivas en las que emerge el texto. Es decir, las condiciones de
trabajo en las que se adelantan las actividades laborales.
Descripción general del perfil
El aspirante tiene una amplia experiencia laboral en el medio de transporte,
siendo un oficio practicado formalmente durante más de 12 años. Se ha mostrado
constante en la mayoría de sus empleos. No se tiene conocimiento de faltas de
disciplina relevantes. Tiene experiencia y conocimiento del manejo de vehículos de
transporte público, puede cumplir con su trabajo de manera oportuna pero podría
requerir control en situaciones especiales (de estrés) donde necesite una forma
particular de reaccionar ya que en su caso puede estar mediado por altos niveles de
agresividad. Puede relacionarse adecuadamente con sus compañeros de trabajo en
situaciones cotidianas del transporte, llegando a establecer vínculos, pero en
situaciones de competencia y de discusión puede reaccionar agresivamente ya que
es susceptible frente a la crítica y la ofensa.
Características de personalidad
Muestra capacidad de vincularse y buenas relaciones interpersonales para
trabajar en grupo, lo cual le permite crear un adecuado ambiente para desarrollar
su labor; se adapta a la norma y es capaz de seguir instrucciones adecuadamente
pero en momentos de tensión requiere apoyo y supervisión. Evidencia ansiedad
frente a la evaluación (aplicación de las pruebas) lo cual puede dificultar su
desempeño, sin embargo muestra disposición y sigue instrucciones; inicialmente
trabaja adecuadamente pero a medida que crece el grado de dificultad y se
presenta un conflicto, desiste rápidamente y puede mostrar apatía. Frente a
situaciones amenazantes o conflictivas se deja llevar por la impulsividad y en
algunos casos puede llegar a no inhibir su agresión siendo una persona susceptible
y fácilmente irritable; por esto, debe tenerse en cuenta en el tipo de relación que
establezca con el propietario.
Características Intelectuales
Sus niveles de concentración, su atención específica, su agudeza visual son
adecuados, sin embargo muestra dificultad en su capacidad discriminativa. Sus
habilidades espaciales y capacidad visomotora
son aceptables. Logra expresar sus
ideas con facilidad, y se le dificulta un poco planear situaciones especialmente si
son de carácter intempestivo.
Desempeño laboral
Ha sido estable en su desempeño laboral. Se muestra como una persona
responsable, interesada en el oficio y en la empresa, prioritariamente demostró
gran interés por trabajar en la organización ya que la ve como un espacio en
donde tiene muchas oportunidades. Es una persona que tiene experiencia en
conducción y anteriormente ha manejado vehículos de transporte público, su
estabilidad laboral es buena y tiene bastantes conocimientos de mecánica.

Recomendaciones
Se recomienda al propietario “L. R.” hablar con el psicólogo antes de firmar
un contrato, sobre las condiciones individuales del candidato para el cargo. Se debe
manejar con cautela las relaciones entre propietario y conductor ya que debido a
las características de su personalidad pueden llegar a chocar; así mismo debe
haber un seguimiento en cuanto al tipo de relaciones interpersonales (incluye
relación con el usuario) y situaciones de conflicto para que no estén mediadas por
la agresión, la ira o la apatía. Al señalar la importancia de tener bachillerato
completo como prerrequisito del cargo, el candidato evidencio disposición para
terminarlo.
En términos generales parecería obvio que la selección del personal
debería ser el un paso fundamental para contratar un conductor capaz de
desempeñarse de manera eficiente en sus actividades. Sin embargo, este tipo de
procesos, muy apreciado en otros ámbitos organizacionales, no tiene un lugar
definido en el transporte tradicional. Esto se puede afirmar por dos razones.
Primero, es un hecho que dentro de la mayor parte de las empresas tradicionales
la rigurosa selección de personal basada en procesos psicológicos no es un
requisito indispensable. Segundo, aun entre las compañías que han establecido
algún procedimiento de este tipo, el proceso usualmente lo llevan a cabo
entidades externas sin la debida rigurosidad. En términos generales, la selección
de personal no se lleva a cabo para determinar la decisión de contratar al
candidato; con este proceso solo se busca llenar el requisito de aplicar algún
proceso independientemente de su resultado. Las recomendaciones de los
psicólogos son raramente tomadas en consideración. En realidad, es muy
frecuente que los conductores hayan sido contratados antes de pasar por el
proceso de selección o aun cuando se establezca que los candidatos no son aptos
para desempeñar el trabajo, estos son contratados haciendo caso omiso de las
recomendaciones que proporcionan los psicólogos. (Ortiz & Torres, 1999).
Aunque parece de sentido común que adelantar un proceso de selección
de conductores riguroso puede generar mayores ganancias y hacer menores los
riesgos del negocio, las intervenciones psicológicas de este estilo se tornan
irrelevantes. Para comprender esta situación debemos atender cuidadosamente
a lo que el reporte puede revelar. Primero que todo es posible observar que el
candidato tiene “vasta experiencia en el trabajo”. El ha estado involucrado en la
conducción por más de doce años. También sabemos que este trabajo lo ha
llevado a cabo de manera estable. Por lo cual se puede suponer que el candidato
se ha desempeñado de manera apropiada dentro en la posición de conductor sin
mayores conflictos o algún otro tipo de complicaciones. Como el mismo informe
nos indica “no hay reportes de asuntos disciplinares”. Además de su desempeño
satisfactorio como conductor, el candidato tiene buenas relaciones sociales con
sus compañeros de trabajo. Considerando estos comentarios parecería que este
es un candidato adecuado para ser contratado. Sin embargo, el psicólogo enfatiza
posteriormente la agresividad que caracteriza al candidato. Lo cual lleva a que se
recomiende una supervisión cercana para evitar potenciales situaciones
conflictivas con el dueño del vehículo, así como, con los pasajeros.
Tenemos entonces que el reporte revela una situación al parecer
paradójica, por una parte, la conducta agresiva del candidato y por otra su
adecuado desempeño durante muchos años. Es exactamente en este punto entre
agresión y buen desempeño que se presenta una situación de “ambivalencia”.
Ambivalencia que impide que los psicólogos actúen de manera efectiva para
selección de un conductor adecuado para el sistema de transporte tradicional.
Esta afirmación esta referida a que el psicólogo esta a cargo de resolver un
problema practico; debe encontrar el mejor conductor para desempeñarse en el
sistema de transporte tradicional de pasajeros en la ciudad. Para tal efecto, este
profesional debe seguir el procedimiento prescrito por la disciplina. El proceso
empieza con la descripción del cargo, se establece el perfil profesional para la
posición, que se traduce en la aplicación de una serie de pruebas seguidas por
una entrevista en la que se indagan aspectos de las relaciones de trabajo. Una vez
que estos aspectos han sido establecidos se comparan los candidatos con el perfil
ideal y se determina cuales son los mejores para una posible contratación.
Sin embargo, en el transporte tradicional cuando recién empieza este
proceso, con la descripción del cargo y con su correspondiente perfil, los
psicólogos enfrentan un problema; el mejor trabajador para el cargo resulta ser
agresivo, astuto, alguien que no respeta las normas de transito y que tiene poco
cuidado del bienestar de los pasajeros. Posiblemente una persona con dichas
características seria el mejor trabajador para llenar el cargo de conductor puesto
que debido a la forma en que esta estructurado el servicio, y su concomitante
manera en la que se ofrece, hace que se requiera un trabajador que piensa
fundamentalmente en ganar la “guerra del centavo” (Urrutia, 1981). Guerra en la
cual los pasajeros y el bienestar colectivo pasan a segundo plano en frente a las
ganancias que se puedan obtener. Las condiciones laborales objetivas en las
cuales se efectúa el servicio y la guerra del centavo reflejan claramente la
estructura del transporte tradicional y la “libre empresa” que lo caracteriza
(PulidoMartínez,
2008).
La estructura del transporte tradicional y las actividades laborales de los
conductores
Como se mencionaba con anterioridad el sistema “tradicional” de
transporte se estructura de manera parecida en las principales ciudades del país.
En Bogotá se organiza alrededor de 67 compañías en donde se articulan los
19,893 conductores y un número similar de propietarios. Dichas organizaciones
reciben en concesión las rutas que las entidades municipales que rigen el
transporte les han otorgado, pero no son las dueñas de los vehículos con los
cuales se presta el servicio. Las rutas en concesión son arrendadas de manera
individual a los miles de propietarios de los buses.
En esta situación, la relación fundamental del negocio se establece entre
el propietario del vehículo y su conductor, con poca o ninguna intervención de
las compañías. El propietario del bus se convierte en un empresario con casi total
autonomía para negociar con el conductor las formas en las cuales se llevara a
cabo la operación del vehículo, así como las condiciones saláriales que
imperaran. Los salarios están determinados por el número de pasajes que venda
el conductor pues un porcentaje de estos constituye su ingreso diario. Esta forma
de pago a destajo da origen a una competencia muy marcada (Urrutia, 1981), en
donde los conductores luchan por hacer el mayor número de pasajeros
rivalizando con compañeros, de otras y de su propia empresa, pues de ahí
depende el monto de su ingreso.
Como consecuencia, estos trabajadores manejan sus vehículos de manera
riesgosa poniendo en peligro la vida de los pasajeros, la suya propia y la de los
peatones. En estas condiciones de competencia los vehículos son llevados a
sobrepasar las restricciones de velocidad que se han establecido en la ciudad, no
se obedece a las señales de transito, los paraderos demarcados para recoger y
dejar pasajeros no se respetan, los vehículos no esperan a que los pasajeros
entren y salgan con seguridad, el pasaje se cancela con el vehículo en
movimiento.
A su vez, las rutas cubren amplias extensiones de la ciudad. Un conductor
puede durar en un recorrido hasta cuatro horas. El tiempo en que se debe
recorrer las rutas no esta claramente establecido, por lo tanto este dependerá de
que tan rápido o lento el conductor maneje su vehículo, del número de otros
vehículos que estén compitiendo en la ruta, como también del número de
pasajeros que se hayan recogido durante el recorrido.
En estas condiciones de trabajo, todas las actividades que el conductor
tiene que desarrollar indican que este debe ser agresivo, trasgresor de las
normas y astuto para que sea exitoso. Los psicólogos entonces se encuentran en
una encrucijada. Por una parte, es posible identificar un trabajador usando la
terminología psicológica, para poder entonces describir al conductor en
términos de rasgos calculables que lo individualizan. Por otro lado, una vez
establecidos estos rasgos no se puede mantener cierto nivel “ético” para
recomendar un trabajador, puesto que el conductor ideal para las condiciones en
las que se presta el servicio podría poner en riesgo la vida de los pasajeros.
Como resultado los gerentes de las organizaciones de transporte
“tradicional” no pueden confiar en los reportes psicológicos pues presentan la
“ambivalencia” que ahora puede ser descrita así: si los psicólogos recomiendan el
conductor ideal para el sistema, estarían recomendando una persona que podría
ser potencialmente dañina para los pasajeros y peatones, si los psicólogos
recomiendan un trabajador con características que consideren el interés por el
bienestar de los pasajeros, estarían recomendando una persona que no encaja en
la posición.
Es muy importante enfatizar de nuevo, la afiliación institucional que
tienen los psicólogos que proveen las estrategias al transporte tradicional. Dicha
afiliación ayuda a comprender porque estos profesionales se encuentran
inhabilitados para actuar apropiadamente de acuerdo con los requerimientos del
sector. Los psicólogos que trabajan para entidades externas, tales como las
universidades y las instituciones gubernamentales, están dentro del transporte
“tradicional” para formular el “deber ser” del servicio, sin embargo, al formular el
“deber ser” chocan con la manera en la que se estructura el sistema. Esta
estructura les pone de presente el “así son” las condiciones inamovibles a las que
los profesionales de la psicología tienen que obedecer.
La intervención psicológica grupal
Hasta aquí pueden surgir algunas objeciones en relación con lo que se ha
establecido en torno a falta de un lugar para la psicología en el servicio de
transporte tradicional.
La primera estaría relacionada con las estrategias psicológicas mismas. Se
podría argumentar que solamente se ha analizado uno de los diversos procesos
que conforman la psicología del trabajo. En cuyo caso la pertinencia de la
disciplina se ha reducido a la selección de personal. Quizás otras estrategias
psicológicas resulten pertinentes y puedan contribuir a la solución de los serios
problemas del transporte.
La segunda objeción podría estar relacionada con las dificultades éticas
que fueron presentadas. Se argüiría que si solamente se considera: la conducta
ética de los psicólogos, las demandas prácticas del sistema y la incongruencia
entre las demandas y el desempeño ético de los psicólogos se estaría dejando la
explicación por la pertinencia del conocimiento psicológico a lo que ha sido
llamada “la obligación moral” de los profesionales de la disciplina (Lefkowitz,
2003). Cuestión que limitaría el esclarecimiento de la situación al ámbito de las
actuaciones individuales, que si bien pueden ser parte de tal explicación no la
cobijan completamente.
En este sentido, tal como lo demuestran Prilleltensky (1994) y Baritz
(1960) fácilmente se puede argumentar que los psicólogos tienen que optar por
los intereses relacionados con la gerencia y las ganancias, puesto que el
conocimiento que utilizan lleva unos supuestos que obliga a que esto sea así. Los
psicólogos tienen que aplicar sus estrategias con la intención de llevar los
trabajadores a sus máximos niveles de eficiencia pues de acuerdo con la ética
que impera en el mundo de los negocios, se asume que máximos niveles de
eficiencia conllevan beneficio colectivo. Entonces, apelar a las decisiones morales
de los psicólogos para explicar la carencia de intervenciones psicológicas es
solamente una parte de la explicación, es necesario entonces considerar otros
aspectos más allá de las decisiones individuales de estos profesionales.
Si las estrategias basadas en la psicología de las diferencias como la
selección de personal no son pertinentes dentro del transporte tradicional, es
posible suponer que quizás las intervenciones al nivel de los pequeños grupos
puedan resultar adecuadas. No Obstante, existen evidencias que muestran lo
contrario. Durante mucho años el Servicio Nacional de Aprendizaje SENA
desarrollo estrategias que iban dirigidas a transformar la practicas laborales
dentro del sector por medio de tecnologías administrativas. No hubo una mayor
repercusión como resultado de la aplicación de estas técnicas, las practicas
dentro de las organizaciones se continuaron ejerciendo de la misma manera en
que se venían realizando. También, recientemente intervenciones psicológicas
basadas en la modalidad de talleres fueron adelantadas con el objetivo de
mejorar el servicio que se le presta a los pasajeros. De nuevo estas
intervenciones no tuvieron mayores consecuencias. (Ortiz & Torres, 1999).
Para examinar porque las estrategias grupales son inefectivas es
necesario atender a los objetivos de estas practicas, al igual que considerar
aspectos adicionales de las condiciones de trabajo en el sector.
Las estrategias psicológicas grupales están dirigidas a la construcción del
“trabajador sentimental”, es decir, aquel que se relaciona fundamentalmente con
sus labores a través de los afectos, típico modelo de sujeto trabajador que ha
propuesto la escuela de las relaciones humanas, menos racional que afectivo,
fácilmente manipulable, con deseos de auto superación a través del empleo, el
cual reacciona ante las técnicas de comunicación para mejorar su pertenencia a
las organizaciones (Hollway, 1991; Triantafillou & Moreira, 2005; Davila, 1985;
Walkerdine, 2005). En esta línea, como lo han señalado estudios recientes acerca
de lugar social de la psicología (Richards, 2002; Brinkmann, 2008; Ward, 2002;
Hollway, 1991), la disciplina en su relación con el trabajo provee las
intervenciones laborales para llenar las necesidades que ella misma ha
contribuido a crear tales como: la autorealización
y el autodescubrimiento
que
debe realizar el “trabajador sentimental” (Hollway, 1991; Walkerdine, 2005). En
síntesis, las estrategias dirigidas al pequeño grupo incluyen una visión del
trabajador cuya interioridad se caracteriza por motivos y necesidades. Los
motivos y las necesidades se satisfacen de acuerdo con manera en la que el
trabajador se relacione con las actividades laborales para lo cual la disciplina
psicológica promete contribuir con las herramientas que actúan sobre la
percepción del trabajador, mas no asi, sobre las condiciones objetivas de trabajo
(Prilleltensky, 1994; Guillespie, 1993).
Las estrategias dirigidas a intervenir los pequeños grupos, cuyo origen se
encuentra en la escuela de las relaciones humanas, emergen y resultan
pertinentes para las organizaciones que conservan unas condiciones laborales
que garantizan, en su retórica y acciones, la estabilidad del trabajador, de
manera que se pueda por ejemplo hablar de que este pertenece a una “familia
organizacional”. (Hollway, 1991, Brown, 1992; Dávila, 1985). Es decir, estas
acciones son congruentes con la regulación de la fuerza laboral a través de
contratos directos y permanentes entre las organizaciones y el trabajador. Así
como también resultan congruentes con las garantías que ofrecía para la fuerza
laboral el estado del bienestar. En las condiciones propuestas por el estado del
bienestar, la psicología del trabajo contribuía a construir al empleado como un
ser con motivos y necesidades, quien llegaba a las organizaciones laborales como
consecuencia de haber ejercido la libertad de elegir si quería trabajar o no. Así,
una vez que el trabajador aceptaba el contrato de trabajo la psicología proponia
que poseia el conocimiento y las estrategias para conducir la voluntad del
trabajador hacia la máxima eficiencia interviniendo uno de los mas importante
conflictos que amenazan el capitalismo. Es decir, la discrepancia que se presenta
entre la voluntad para trabajar del empleado y las capacidades que posee. Por
esta razón, motivos y necesidades psicológicas podían ser el foco de las
intervenciones que se dirigían a regular la voluntad del empleado en las
condiciones laborales que el fordismo produjo.
Al observar las condiciones laborales de los conductores del servicio
“tradicional” es posible entonces entender porque estas estrategias grupales
relacionadas con el mejoramiento organizacional, la calidad del servicio, la
motivación hacia el trabajo o el fortalecimiento de la pertenencia a la
organización se tornan innocuas (Pedraza & Jaramillo, 1997; Pardo & BurbanoValente,
2006). Como ya se estableció la relación fundamental en el servicio se
constituye entre el conductor y el propietario del vehículo. Las compañías tienen
muy limitada su autonomía para intervenir en esta relación. Por lo tanto, no
tienen bajo su control la mayor parte de la operación de los vehículos. Se
controla el despacho de los buses en las terminales de ruta, pero no al conductor,
ni mucho menos su comportamiento en las vías, a tal punto que algunas
empresas tienen archivos detallados de los vehículos y no de los conductores.
Los conductores tienen en sus manos el casi completo control de la operación,
como también el mantenimiento de los vehículos. Los conductores controlan
aspectos tales como, horarios, rutas, velocidad, frecuencia de mantenimiento. Lo
cual quiere decir que ellos conservan para si, la manera en la que se adelanta la
operación. También, la planeación del trabajo esta a su discreción, puesto que ni
los propietarios, ni las entidades gubernamentales, pueden controlar el proceso
de trabajo. La manera informal en que se adelantan las actividades hacen que
esta tarea sea inalcanzable. (Urrutia 1981; BurbanoValente
& PulidoMartínez,
1997; PulidoMartínez,
2008).
Consecuente con esta situación, los conductores se convierten en
trabajadores independientes que no estan realmente cobijados o controlados por
una organización de transporte. Ellos no están obligados, ni interesados en
asistir a entrenamientos, talleres o intervenciones de corte psicológico, pues
detener el vehículo para asistir a este tipo de entrenamientos representa
disminuciones en su salario a destajo. Como la organización de transporte tiene
la autoridad restringida su capacidad para convocar a los conductores se reduce
de manera significativa, de la misma manera los psicólogos que se ocupan de
algunos problemas del sector tienen dificultades para acceder a la población de
conductores. Adicionalmente, los dueños de los vehículos no están interesados
en intervenciones psicológicas. Para ellos estas no representan ninguna ventaja
en términos monetarios pues consideran que el tiempo que el conductor ocupa
en asistir las estrategias psicológicas resulta en una perdida de ganancias
(pasajes vendidos). En términos generales dentro de la lógica de explotación del
negocio cualquier actividad que no este dirigida a transportar a los pasajeros
significa menos ingresos.
Esta serie de aspectos, en conjunto con algunos adicionales tales como, el
hecho de que los conductores se puedan cambiar fácilmente de una compañía a
otra puesto que la demanda de conductores es alta y la oferta de trabajadores
relativamente menor, la situación alcanzada de máxima eficiencia que de
antemano garantiza trabajadores motivados y la competencia que se genera
entre individuos, permite afirmar que en estas condiciones laborales, las
estrategias propuestas por la psicología para intervenir al nivel del pequeño
grupo tampoco resultan pertinentes en términos de los objetivos que se
proponen.
Conclusión
Vale la pena aclarar que no se han examinado las condiciones laborales y
las aplicaciones de la psicología dentro del servicio de transporte “tradicional”
para establecer como las empresas que prestan este servicio se encuentran
atrasadas o en mora de adelantar procesos de modernización. Tampoco se
buscaba mostrar los obstáculos con los que se encuentra el conocimiento
psicológico en determinados ámbitos, para de este modo tratar de superar las
barreras que impiden el avance de la marcha psicológica, tal labor ha sido
realizada en diversos estudios a lo largo de la historia reciente de la psicología
(PulidoMartínez,
2006). En el caso del servicio “tradicional” de transporte
urbano de pasajeros en Bogotá se trataba de establecer, como ante condiciones
de trabajo flexibles, las estrategias propias de la psicología del trabajo no tienen
la pertinencia esperada.
En este sentido, las condiciones laborales que se presentan en las
empresas que ofrecen el servicio de transporte, en la forma tradicional, son
similares a las condiciones que se han venido estableciendo en muchos otros
ámbitos laborales contemporáneos. Condiciones a las cuales se les ha dado en
llamar postfordismo y/o precarización laboral (GarcíaÁlvarez
& CarvajalMarín,
2006). Así, por extensión, se buscó contribuir a entender el posible lugar
que puede tener la psicología en otros ámbitos laborales caracterizados por la
flexibilización y el deterioro de las condiciones de trabajo (De la GarzaToledo,
2000).
La demanda de eficiencia que tiene intrínseca el capitalismo no conlleva
necesariamente una preocupación por el bienestar del trabajador. La psicología
del trabajo se ha propuesto desde sus comienzos, orientar una serie de acciones
para alcanzar el bienestar del empleado y de paso solucionar la tensión entre
voluntad para trabajar y capacidades para hacerlo. Así, la psicología del trabajo
propone que la viabilidad de la sociedad capitalista depende del gobierno de la
voluntad del trabajador para hacer su mejor esfuerzo. Esta propuesta, que
formula la disciplina alrededor de conducir la voluntad del trabajador, constituye
un proyecto de felicidad que se supone se alcanza mediante la humanización de
las condiciones de trabajo. El marco del contrato legal que se establece en la
condición de empleo que el estado de bienestar cimentó, ubica al conocimiento
psicológico en una posición para actuar sobre la percepción que tiene el
trabajador de sus condiciones objetivas, más no sobre las condiciones mismas.
Sin embargo, en la medida en que se flexibiliza el mundo laboral y los contratos
de trabajo se vuelven temporales, o aun desaparecen para dar lugar a otras
formas de relación, los trabajadores están obligados a ser eficientes, a asumir su
propio desarrollo y motivación, están compelidos a ser “autónomos” (Rose,
1999).
¿Significa esto que la psicología del trabajo se desvanecerá en la medida
en que se flexibilizan las condiciones laborales? ¿Desaparecerá la disciplina tanto
en medio de unos trabajadores que se hacen cada vez más responsables de su
futuro, como de unas empresas que se preocupan menos por establecer
vinculaciones laborales permanentes? A este respecto, los investigadores
señalan que en el futuro la selección de personal será el último reducto que
quedará de manera exclusiva para los profesionales de la disciplina (Hollway,
1991), lo cual no parece indicar que la psicología del trabajo desaparecerá de los
ámbitos laborales, sino que continuará en un proceso de transformación que ya
comenzó. Manifestaciones de esta transformación se presentan, por ejemplo, en
relación con la manera en la cual las intervenciones psicológicas se hacen difusas
en términos de las profesiones que las aplican (Rose, 1999), así como también,
en relación con en el sitio de producción del conocimiento psicológico, el cual
deja de estar exclusivamente vinculado con las facultades de psicología para
desplazarse hacia las facultades de negocios, lugares en donde ademas se está
diluyendo la identidad del psicólogo tal hoy se conoce (Anderson, Herriot &
Hodgkinson, 2001; Highouse & Zickar, 1997).
Para terminar vale la pena preguntarse, ¿si esta carencia de pertinencia
del conocimiento psicológico, cuando está vinculado a las condiciones flexibles
en las que se adelantan las actividades laborales, no estará indicando que se esta
llegando a una situación en donde se debe tomar en serio las recomendaciones
que las criticas le han formulado? La primera crítica, llama la atención sobre la
necesidad de desplazar el foco de la psicología del trabajo de su énfasis en las
técnicas y estrategias, para avanzar hacia una teorización acerca de los
problemas del mundo del trabajo en contexto particulares, tales como, los
latinoamericanos (IbarraColado,
2006; PulidoMartínez,
2006; FernándezRíos,
1995) La segunda, invita a examinar la disciplina en términos de las maneras
contemporáneas en las que se “hace” política en los ámbitos laborales (Miller &
Rose, 1990; Papadoupolous, 2003).
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martes, 28 de julio de 2009

Modernidad y modernización en Colombia

Buenos Días estudiantes de Psicología y Trabajo. Este post tiene como objetivo dejarles una lectura complementaria que trata el tema de modernidad y modernización en Colombia. El autor del texto, titulado Algunas Consideraciones sobre Modernidad y Modernización en el caso Colombiano, Jorge Orlando Melo es uno de los intelectuales colombianos que se ha ocupado con rigor de este tema fundamental. Considero que para la cátedra es valiosa esta lectura, pues da un panorama completo sobre lo que ocurrió en nuestro país con respecto a la modernidad. Espero lo lean con juicio y también espero sus preguntas en clase. Gracias Mariana Jaramillo.
El texto fue tomado de la biblioteca digital Luis Angel Arango del Banco de la República.
Aquí puede ver el artículo completo.


ALGUNAS CONSIDERACIONES GLOBALES SOBRE "MODERNIDAD" Y "MODERNIZACION" EN EL CASO COLOMBIANO

Jorge Orlando Melo *

1. MODERNIDAD Y MODERNIZACION
La idea de un mundo "moderno" se afianza, como es sabido, en la polémica francesa entre los "anciens" y los "modernes", a finales del siglo XVII
[1] . Alrededor de esta polémica se constituyen la idea ilustrada del progreso, que será un elemento central de la filosofía política e histórica del siglo XVIII, y la definición de la sociedad como un sistema perfectible, que se sujeta progresivamente a paradigmas más racionales de acción.

Los historiadores del siglo XVIII, al tratar de determinar los "orígenes" del mundo moderno, tendieron a colocar la ruptura en el Renacimiento. Esta concepción encontró una magnífica expresión, en el siglo pasado, en J. Burckhardt, para quien el mundo moderno se caracterizaba por el triunfo de los intereses laicos sobre la visión religiosa, por el surgimiento de una ética política intra mundana, por el descubrimiento del hombre como sujeto histórico, por el desarrollo de la ciencia de la naturaleza y el interés por el conocimiento del mundo y por la aparición de una pintura de intención realista y no simbólica [2] .

La caracterización cultural del mundo moderno fue complementada por la visión histórico­económica de Marx, quien trató de determinar las condiciones de la llamada "acumulación originaria", que equivaldría al establecimiento de las condiciones para el surgimiento del capitalismo. De este modo, el mundo moderno en un sentido global quedó conformado paralelamente con la constitución de una modernidad económica, definida por el capitalismo y por una modernidad cultural. La sociología alemana de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX hizo grandes esfuerzos por mostrar la relación entre estos dos ámbitos: obras bien conocidas de Sombart y Weber, en particular, trataron de escudriñar las condiciones culturales de la transición al capitalismo. Para ellos era, resulta claro, el vínculo entre un "espíritu del capitalismo" y el desarrollo de las nuevas instituciones económicas. Del mismo modo, estas preocupaciones condujeron a un análisis del papel de la religión en esta transición, a partir de la comprobación admitida del carácter intra mundano y desencantado de la visión moderna del mundo. Weber, Tawney, Troeltsch, Sombart darían respuestas diferentes a la cuestión del papel del protestantismo, el judaísmo y el catolicismo en el surgimiento del mundo moderno [3] .

Los historicistas alemanes, como Ranke, y el mismo Marx, aunque desde una perspectiva radicalmente opuesta, subrayaron también como elemento central del proceso de consolidación del mundo moderno el surgimiento de los Estados Nacionales. Maquiavelo podría ser visto como el primer representante de una concepción moderna del Estado y como quien vislumbró la existencia de una instancia política autónoma. El análisis de las condiciones de formación de un espacio político homólogo al mercado laboral, con ciudadanos independientes y con una separación entre la esfera económica y la política, fue tema de estudios ya clásicos como los de C. B. Macpherson y Karl Polanyi [4] .

Por supuesto, las diversas versiones del proceso de transición al mundo moderno y el papel relativo de los aspectos culturales, económicos y políticos difieren substancialmente entre sí. Pero debe destacarse que el proceso que a grandes rasgos cubre el período entre el Renacimiento y el siglo XIX condujo a una diferenciación creciente entre sectores modernos y tradicionales, tanto en los países metropolitanos como en las colonias. En la misma Europa, el pensamiento laico y moderno resultó crecientemente contrapuesto a una mentalidad tradicional, presunto rezago del mundo medieval, y que encontraba su expresión central en las culturas campesinas. Del mismo modo, los comportamientos económicos del sector capitalista, descritos y explicados por la "economía política" criticada por Marx o por los economistas marginalistas, aparecían como regidos por leyes diferentes a las de las economías campesinas tradicionales. Todo esto contribuyó, a comienzos del siglo XIX, para el surgimiento de una serie de movimientos culturales y políticos que en algunos aspectos tenían una connotación antimodernista. El descubrimiento del folclore en los países europeos periféricos, la revaloración de las tradiciones medievales y el énfasis en las lenguas étnicas condujeron a una explosión de nacionalismo, contrario aparentemente al universalismo capitalista moderno [5] .

Mucho más decisiva fue la percepción del creciente distanciamiento entre los núcleos económicos del mundo, en proceso de rápido avance, y el estado de los países coloniales o que recientemente habían salido de ese status. En Europa, fue casi unánime la visión de que este desfase solamente podría suprimirse mediante la destrucción radical de las formas tradicionales de vida. Quizás en ningún autor se encuentra esta idea expresada con mayor énfasis y convencimiento que en Marx, para quien la evolución inglesa representaba el paradigma del desarrollo capitalista, que se expandiría a todo el universo, destruyendo los modos de producción precapitalistas que constituían obstáculos al progreso [6] .

Puede sostenerse que el triunfo de la modernidad representa la congruencia de tres procesos revolucionarios que transformaron la sociedad europea (y las colonias de poblamiento como los Estados Unidos) a ritmos diferentes entre el siglo XV y el siglo XX [7] . En primer lugar la revolución económica, que generó por primera vez un sistema productivo en proceso continuo de crecimiento, capaz de sostener un aumento permanente y no cíclico de la población. Los elementos centrales de este proceso fueron el establecimiento del capitalismo, la vinculación estrecha entre el desarrollo tecnológico y el proceso económico, la creación de la industria fabril, la creciente utilización tecnológica de los conocimientos científicos y el surgimiento de una economía basada en el mercado de trabajo asalariado y en la propiedad privada de la tierra y los recursos productivos.

En segundo lugar una revolución política, que configuró los estados nacionales modernos, con un Estado con pretensiones de soberanía, vinculado a una ciudadanía abstracta como fundamento de esa soberanía. Las diferentes doctrinas del pacto social condujeron a la formulación de una teoría política democrática, que se convirtió en la doctrina por excelencia de la sociedad capitalista moderna y, eventualmente, de las sociedades denominadas socialistas. Esta revolución destruyó cualquier fundamento conceptual del poder, diferente a la voluntad del pueblo, independientemente de las diversas interpretaciones, liberales o colectivistas, que se le dieran a esta voluntad. En muchos sentidos puede sostenerse que esta revolución está inconclusa en un grado mayor que las otras dos, por las dificultades que creó en el funcionamiento de la democracia la muy desigual distribución de poder económico y cultural dentro de la sociedad, lo que llevó a redefinir la democracia para entenderla como "democracia económica", "democracia social" o "democracia participatoria" y condujo a atribuir al Estado funciones redistributivas esenciales [8] .

En tercer lugar, se produjo una revolución cultural de grandes consecuencias. Entre el siglo XVI y el siglo XX se ha efectuado un paulatino desplazamiento de las formas de comunicación social. El papel de la Iglesia y de la familia en la transmisión de la tradición cedió ante la importancia creciente del sistema escolar formal, y en la medida en que se expandió la alfabetización, ante el surgimiento de una industria cultural. Esta industria, conformada inicialmente por el sistema editorial de libros, sobre todo en lenguas nacionales (configuradas en muchas partes, partir de un mar de dialectos locales, por la misma imprenta: piénsese en las Biblias alemana e inglesa), tuvo un primer salto con el surgimiento de los diarios. A partir de ese momento, la comunicación escrita se convirtió en uno de los aspectos centrales del intercambio social, y la alfabetización dejó de ser una herramienta concreta de determinados sectores sociales para convertirse en elemento esencial de la ciudadanía. Los grupos iletrados fueron entonces definidos como atrasados portadores de la cultura "popular", entendida esencialmente como una reliquia del pasado y objeto de investigación por los folcloristas.

En el siglo XX, ante la relativa lentitud de la transformación modernizadora de las sociedades periféricas en sociedades capitalistas modernas, se plantearon proyectos globales de modernización acelerada. El más masivo de todos ha sido el hecho a nombre del socialismo y de la crítica del capitalismo, aunque mantuvo en general los objetivos modernizadores centrales de éste. El éxito inicial de estos esfuerzos, y los conflictos geopolíticos derivados de la consolidación del mundo socialista como alternativa al mundo capitalista, contribuyeron al surgimiento de una teoría alterna del desarrollo inscrita dentro de parámetros no revolucionarios. Esta teoría condujo a la formulación, en las décadas de 1950 y 1960, de diversas visiones del proceso de "modernización" de los países periféricos. En general, y simplificando arbitrariamente estas conceptualizaciones, se describió el proceso de transformación como una lucha entre sectores modernos y capitalistas en conflicto con instituciones y grupos tradicionales [9] . Aunque era empíricamente admisible la existencia de dualismos en la sociedad y la economía de los países atrasados, la teoría de la modernización tendió a simplificar linealmente los procesos de cambio, a desconocer que en los países atrasados (y no sólo en ellos) la existencia de instituciones y situaciones llamadas "tradicionales" -como las formas de trabajo no asalariado, la supervivencia de campesinado, el dominio político violento sobre amplios sectores de la población, la existencia de ideologías autoritarias, el papel represivo de la Iglesia, etc. - era en buena parte producto del desarrollo del sector identificado como moderno. Del mismo modo, se tendió a subrayar, ignorando todos los aspectos contradictorios de esta relación, la identidad entre el sector moderno y los centros mundiales de la economía, convirtiendo a los empresarios industriales y agrarios y sus aliados transnacionales en los agentes centrales de un proceso de modernización que se consideraba deseable y que iba, obviamente, en el sentido de la generalización de las relaciones capitalistas. En todo caso, el auge de estas teorías tendió a reducir el problema de la modernidad y del "mundo moderno", en un sentido más amplio, a un proceso de "modernización" definido en términos relativamente estrechos y fundamentalmente económicos, por las burocracias de las entidades de ayuda internacional.

Las anteriores páginas presentan en forma excesivamente esquemática procesos muy complejos, ignorando aspectos centrales. Sin embargo, resulta conveniente tenerlas en cuenta como base parcial de la exposición que sigue, relativa a los aspectos centrales de los procesos de transformación modernizadora en Colombia. Para efectos prácticos, considero procesos de modernización los que conducen al establecimiento de una estructura económica con capacidad de acumulación constante, y en el caso de Colombia, capitalista; de un Estado con poder para intervenir en el manejo y orientación de la economía; a una estructura social relativamente móvil, con posibilidades de ascenso social, de iniciativa ocupacional y de desplazamientos geográficos para los individuos; a un sistema político participatorio y a un sistema cultural en el que las decisiones individuales están orientadas por valores laicos (lo que en general) incluye el dominio creciente de una educación formal basada en la transmisión de tecnologías y conocimientos fundados en la ciencia [10] .

Allí se ampliaba algo esta descripción, en la siguiente forma:

El desarrollo de una economía capitalista, independientemente de las anomalías y deformaciones que pueda adoptar en países periféricos, supone la aparición de un mercado de mano de obra asalariada y de un proletariado, la eliminación de las restricciones legales que sustraen la propiedad de la tierra del mercado, la creación de un mercado nacional, el surtimiento de un sector industrial basado en el empleo de maquinaria y energía mecánica. Para las economías dependientes, el proceso de transformación capitalista de la economía requiere la ampliación de los vínculos con el mercado mundial y la destrucción de formas de producción tradicionalmente orientadas al auto­consumo. El proceso de consolidación de un Estado modero exige la ruptura de formas particulares de ejercicio del poder público, la eliminación de estructuras regionales políticas independientes, el establecimiento de sistemas tributarios eficientes, confiables e impersonales, la conformación de una burocracia y un sistema policial capaces de imponer las decisiones del Estado. El proceso de modernización del sistema social incluye el crecimiento del sector urbano, la eliminación de diferencias legales entre la población, el debilitamiento de la dependencia individual de estructuras estamentales, étnicas y familiares y el surgimiento de un sistema de clases sociales formalmente abiertas. Las transformaciones culturales pueden incluir el debilitamiento de la función de la religión, el surgimiento de un sistema masivo de educación pública, la incorporación acelerada de tecnologías de comunicación provenientes de los centros económicos avanzados, el cambio de valores sociales y percepciones acerca del trabajo, la riqueza, el empleo del tiempo, la función de la ciencia, etcétera.

II. MODERNIDAD Y TRADICION EN COLOMBIA: SUS ANTECEDENTES

Colombia ingresa en el mundo a través de la conquista por España. Que esto haya sido así tiene al menos dos consecuencias de signo contrario: por una parte condujo a una temprana incorporación al mundo cultural occidental, pero por otra hizo que, como ha sido señalado por varios autores, los elementos del mundo moderno que transformaron la Europa post­renacentista llegaran doblemente debilitados a la Nueva Granada, por la supervivencia de tradiciones culturales indígenas y por la muy parcial europeización de España, que asumió como cruzada la lucha contrarreformista, cerrándose a aspectos centrales del mundo moderno. En particular, el desarrollo del capitalismo fue relativamente débil y tardío, el sistema científico-académico se mantuvo aislado del resto de Europa, y la estructura política mantuvo rasgos extraordinariamente autoritarios.

Los primeros esbozos de una ideología modernizadora se presentaron en la elite criolla neo­granadina de la segunda mitad del siglo XVIII. Su percepción del atraso hispánico, y del atraso adicional en el que estaba nuestro territorio, estuvo vinculada desde el comienzo a la adopción de un pensamiento protoliberal, cercana al liberalismo europeo. El desarrollo de una economía capitalista, la igualdad legal de la población, la expansión de la educación, la ampliación de las oportunidades de dirección administrativa para los criollos, estuvieron entre los primeros componentes de un proyecto modernizador identificado con el pensamiento ilustrado y que se inscribía, sin muy seria ruptura, dentro de la tradición parcialmente europea de las elites criollas.

Facilitaba también, aparentemente, la perspectiva de una rápida modernización de la Nueva Granada el hecho de que aquí a diferencia de otras regiones hispanoamericanas, se había realizado un proceso muy acelerado de mestizaje, que para entonces había destruido la autonomía cultural de las principales naciones indígenas y creado, tempranamente en comparación con otras regiones hispanoamericanas, una identidad lingüística (ya más del 90% de la población hablaba exclusivamente el español) y una religiosidad relativamente homogénea [11] .

Elemento central de este primer esfuerzo modernizador fue el esfuerzo consciente por crear una práctica científica local y por transformar las instituciones académicas superiores. Esto se expresó en la conformación de la Expedición Botánica, en la reforma de los planes de estudio universitarios y en el intento por desplazar a los clérigos de la enseñanza universitaria para reemplazarlos por laicos, así como en una critica general del saber tradicional. A pesar del carácter elitista de este primer esfuerzo de "modernización", reforzó tres corrientes de gran significación posterior: a) contribuyó a generar un esbozo de identidad nacional, contraponiendo los americanos y los españoles, que tuvo implicación en la aparición de tendencias a la independencia nacional; b) subrayó la importancia de una ciencia aplicable a las necesidades del país, entendidas en términos de producción y explotación de los recursos naturales, y c) promovió entre los grupos dominantes la visión de que el pensamiento y las instituciones tradicionales, vinculados a España, constituían una fuente de atraso, y que era conveniente abrirse al ejemplo, más liberal y capitalista, de otras regiones, como los Estados Unidos, Francia e Inglaterra.

No entro en detalles en el análisis de algunos procesos de modernización centrales del siglo XIX, que están descritos con más precisión en el articulo antes citado. Aquí baste señalar algunos puntos centrales. El hecho de que la independencia se hubiera logrado en un momento en el que Inglaterra aparecía como el modelo por excelencia del desarrollo, y los Estados Unidos como el más exitoso ejemplo del proceso de crecimiento de un pueblo recién liberado, hizo que desde entonces se identificara con el logro de los objetivos de independencia nacional el establecimiento de una economía capitalista y de un sistema político liberal y basado en la soberanía popular. Como esta opinión fue común a todos los sectores de la elite y a los dirigentes de los dos partidos que se configuraron a mediados del siglo pasado, los objetivos del proyecto modernizador no se vieron alterados substancialmente por las vicisitudes de las luchas políticas del siglo XIX ni por la inestabilidad del periodo. Para 1850 este proyecto modernizador hacía parte del ideario fundamental de los grupos dirigentes del país y sus defensores podían alegar que al menos en el plano político se encontraba muy avanzado, en la medida en que se había creado un Estado independiente, cuyo sistema institucional se basaba en principios constitucionales y jurídicos similares a los de las más avanzadas naciones de Europa: legislación escrita, separación de poderes, funcionarios electivos mediante un sistema electoral limitado, derecho civil y penal tomado de Francia. Socialmente, el país había suprimido las discriminaciones legales basadas en diferencias étnicas, al abolir la esclavitud y decretar la igualdad jurídica de todos los neogranadinos. En términos económicos, a partir de 1845 se adoptó sin restricciones el modelo librecambista, con su apertura al comercio internacional y los esfuerzos por establecer un mercado interno de tierras y de trabajo.

La coincidencia de objetivos entre todos los sectores de la elite no evitó algunas divergencias fundamentales, que condujeron a identificar al partido liberal con los esfuerzos modernizadores más radicales, apoyados en la autonomía del Estado con respecto a la Iglesia, en el uso de la escuela como eje del esfuerza cultural de transformación de la mentalidad popular, en la movilización de sectores populares y en la difusión de prácticas democráticas, y en la importación de "modelos" políticos y jurídicos europeos. Entre tanto, el partido conservador escogió un proyecto de modernización capitalista que pretendía conservar las estructuras de autoridad y de mentalidad tradicionales del país: el peso de la Iglesia, el dominio político de los propietarios, la ausencia de movilización popular, el uso de la educación para consolidar la formación religiosa y para promover el aprendizaje de técnicas laborales, y en general la búsqueda de instituciones que correspondieran a la "realidad" nacional, entendiendo por esto las que no innovaran substancialmente el orden social. Por supuesto, en ambos partidos hubo diferencias internas importantes; en particular en el partido conservador siempre existieron franjas para las cuales el proyecto modernizador capitalista era de escasa importancia o incluso nocivo para el país, en la mediada en que disolvía los valores tradicionales o creaba la amenaza de movimientos "demagógicos".

A pesar de este acuerdo esencial, el modelo de desarrollo liberal adoptado por empresarios y políticos tropezaba con serias dificultades. Es cierto que en las condiciones de la época no era pensable ningún proyecto de desarrollo económico que no partiera de la vinculación a los mercados internacionales [12] . Sin embargo, las limitaciones de la Nueva Granada para una exitosa vinculación al mercado mundial eran muy fuertes. El país se encontraba muy fragmentado en términos económicos, las principales concentraciones de población se hallaban en las altiplanicies andinas, a gran distancia de las costas y productoras de bienes similares a los de las zonas templadas de Europa y los Estados Unidos. El ordenamiento laboral en el campo, basado ante todo en la existencia de haciendas con trabajadores no asalariados o en campesinos independientes, restringía la movilidad de la mano de obra y limitaba la magnitud del mercado. Los capitales disponibles eran escasos y se encontraban en formas líquidas. Las tecnologías eran muy atrasadas y existían barreras culturales al crecimiento de la intensidad del trabajo. La debilidad del Estado y la fragmentación, regional y política, de los grupos de propietarios, se manifestaba en la constante inestabilidad, en frecuentes guerras civiles y en la poca continuidad de la acción pública. Y por último, los recursos externos con los que soñaron nuestros liberales -la migración de una mano de obra blanca, inteligente y disciplinada y el flujo de capitales extranjeros- se orientaron hacia áreas de colonización templadas, como Argentina o los Estados Unidos. Sin embargo, entre 1850 y 1890 se logró una elevada tasa de crecimiento del comercio internacional, superior al 4% anual y un aumento todavía mayor de la capacidad importadora del país. Esto reforzó algunos procesos de corte modernizador: se consolidaron los grupos comerciales, se crearon las bases para un sistema bancario, se adoptaron políticas orientadas a ampliar las exportaciones, sobre todo en el terreno de las comunicaciones fluviales y ferroviarias y se adoptó una política educativa más agresiva y con algún énfasis tecnológico. En el campo político, se produjo, a partir de 1863, un proceso de consolidación regional de las elites, que superaban así sus localismos municipales de origen colonial.

Sin embargo, poco se modificó una estructura social y económica interna basada en el poder de los hacendados y en la sujeción (llena de limitaciones tradicionales y debilitada por la existencia de una frontera, es cierto) de una numerosa población de aparceros y arrendatarios; medidas como la desamortización de los bienes eclesiásticos, decretada en 1861 por el liberalismo, condujeron, sobre todo, a un desplazamiento de propietarios pero poco alteraron los rasgos estructurales de la propiedad rural. Esta estructura permitía la dominación política de las poblaciones campesinas y su exclusión de las formas de modernización cultural que se esbozaban en los sectores urbanos: los campesinos de las zonas de hacienda se fueron haciendo más y más atrasados a medida que cambiaban las condiciones generales de la economía.

Dos procesos paralelos comenzaron a transformar el campo colombiano: por una parte un amplio movimiento de colonización campesina, que conformó un campesinado independiente que representaba para comienzos del siglo XX probablemente la mayoría de la población rural. Por otra, la gran propiedad se expandió por las zonas pobladas y cálidas del país, basada en formas tradicionales de sujeción de la población rural y en un sistema legal y de asignación de baldíos que daba todo su apoyo a los grandes propietarios y trataba con mezquindad a los colonos campesinos. La inmensa mayoría de la tierra que salió del dominio público sirvió para acrecentar la sesgada distribución de la propiedad rural existente desde el período colonial.

Mientras el gobierno estuvo en manos del partido liberal, se presentó un álgido conflicto entre el proyecto liberal y la Iglesia, principalmente durante el período de 1850 a 1880. En efecto, el liberalismo tendió a ver en la Iglesia un obstáculo al progreso, sobre todo al adoptar ésta universalmente posiciones antiliberales y antimodernistas. Este conflicto condujo, como ocurre con frecuencia en estos casos, al refor­zamiento de los elementos tradicionalismos, que lograron obtener un gran apoyo entre los sectores populares del país, vinculados todavía a estructuras productivas no capitalistas y formados en procesos de socialización dominados por la Iglesia y la familia. De este modo, durante la Regeneración se estableció un ordenamiento político y cultural autoritario y tradicionalista, bastante hostil a algunos aspectos asociados con la modernización económica, social, política y cultural del país. Sin embargo, al mismo tiempo los sectores dirigentes del país continuaban compartiendo el anhelo del desarrollo capitalista, lo que dio al Estado y al proyecto político regenerador, más que un contenido antimodernizador, un aire contradictorio de "modernización tradicionalista", gradual y lento, que no pretendía eludir todo conflicto con las tradiciones culturales del país o con sus estructuras políticas. Mientras se apoyaba el crecimiento económico y en particular del comercio internacional, el incremento de la escolaridad, vista como importante para la producción, y ciertas formas de conocimiento tecnológico, se rechazaban elementos centrales del pensamiento científico y se trataba de mantener el país aislado de las formas de pensamiento laico o liberal. La estructura social, aunque se modificaba con el crecimiento de las ciudades y la expansión del campesinado, se apoyaba en la creciente concentración de la propiedad rural y en el apoyo dado por el Estado a los propietarios en los conflictos que los enfrentaban cada vez más a colonos o arrendatarios. Del mismo modo, el sistema político mantuvo, en sus aspectos formales, una estructura altamente autoritaria y de baja participación, mediante un sistema electoral restrictivo, un centralismo muy fuerte y una escasa participación del Parlamento en la definición de la política. En sus aspectos sustantivos, se apoyaba en un esquema de dominio gamonalista local que constituía un espejo del dominio socioeconómico general: en cierto modo, se instauró un orden capitalista antes de instaurar un orden cultural y social competitivo y abierto.

Un elemento fundamental para la determinación del modelo de modernización del país -y para el mantenimiento de objetivos modernizadores- durante el régimen conservador fue el desarrollo de la región antioqueña. Allí una élite conservadora socialmente menos tradicionalista (dada su dedicación a actividades comerciales y mineras) impulsó el desarrollo industrial, el mejoramiento de la infraestructura de transportes y la ampliación de la escolaridad con el apoyo de la Iglesia, bajo el impulso de la dinámica generada por un proceso colonizador centrado en el campesinado. Esta situación produjo, simultáneamente, una mayor interiorización de los valores religiosos, muy vinculados a la vida familiar, y una expansión en todas las capas de la población de valores normalmente asociados con la modernidad capitalista: la valoración del tiempo, el afán de lucro, la búsqueda individual del éxito, la valoración de la iniciativa individual, la movilidad territorial y social y, en general, la afirmación de un ethos social individualista (a pesar de los rasgos colectivos de los procesos iniciales de colonización). Además, no obstante la existencia de claros prejuicios raciales, se consolidó una visión abstracta de la ciudadanía y la personalidad, que llevó a abrir a todos el ascenso social, siempre que lograran triunfar en la competencia por el dinero o, en menor grado, la cultura.

Durante la segunda y tercera décadas del siglo XX un nuevo crecimiento exportador contribuyó a consolidar definitivamente las bases para el desarrollo capitalista del país y para su definitiva incorporación en la economía mundial. El café, cultivado sobre todo por campesinos independientes, habla contribuido apoyando una transformación general de la economía del país. Para finales de la década de 1920 el país entraba en una fase de desarrollo económico acelerado, y en especial del sector industrial moderno. Se había creado un mercado interno significativo y un mercado de mano de obra asalariada. El Estado tenía por primera vez instrumentos para influir seriamente en la marcha de la economía e intentaba intervenir en la regulación de los conflictos laborales y sociales, aunque su presencia real se limitaba a las zonas urbanas y sus áreas inmediatas de influencia. El sistema político se había ampliado, sobre todo mediante las reformas constitucionales de 1910 que establecieron la elección directa del presidente, y mediante una participación más activa de sectores medios y grupos de trabajadores urbanos en la vida política. Paralelamente, se incrementaban los conflictos sociales, que enfrentaban a los nuevos sectores urbanos, sobre todo trabajadores asalariados no industriales, con el Estado o los empresarios (en especial extranjeros), y a los colonos e indígenas rurales con los grandes propietarios, por problemas de titulación o por las restricciones a los derechos de los aparceros y arrendatarios.

Las elites regionales aparecían ya crecientemente unificadas en el plano nacional, dirigidas por una burguesía que giraba alrededor del café, de los procesos de comercio exterior y del naciente sector industrial, y que lograba imponer sus políticas, orientadas por un anti-intervencionismo bastante radical, a un Estado débil y que había tenido una participación muy limitada en los procesos culturales, sociales y económicos que habían producido ya, para 1930, las bases difícilmente cuestionables de una sociedad capitalista.

III. EL PROCESO DE MODERNIZACION POLITICA

El triunfo liberal de 1930 permitió el ascenso al poder de una elite con un proyecto de modernización que acentuaba los aspectos políticos abandonados por el proyecto regenerador. Mientras que se seguía compartiendo el objetivo económico capitalista del período anterior, el liberalismo confiaba en contribuir a la que he llamado "revolución política" generando las bases institucionales para una ciudadanía universal y abstracta. Para ello, estableció el sufragio universal y directo, promovió la participación política popular, la movilización de masas, la organización del sindicalismo, etc. Incluso en el plano simbólico, la conversión de la calle en escenario de la participación política, mediante la manifestación pública, era señal de este esfuerzo de ampliación del espacio político [13] .

De acuerdo con la tradición liberal, durante estos años se hizo un gran esfuerzo por consolidar la soberanía del Estado frente a la Iglesia, devolviéndole el registro civil de los ciudadanos y recuperando su autonomía en asuntos educativos (en un esfuerzo parcialmente infructuoso: la reforma del Concordato en 1943 no fue aprobada). Los sectores conservadores más autoritarios lograron convertir estos esfuerzos en un nuevo desafío a lo que había sido ya definido, desde la Regeneración, como la verdadera identidad nacional ("una patria, una lengua, una religión"), polarizando al país entre los defensores de la religión y sus presuntos enemigos. (Es significativo que el conservatismo antioqueño, con excepción de Monseñor Miguel Angel Builes, haya contribuido poco a esta polarización, y hubiera incluso votado a favor del Concordato en 1943: en su creciente vinculación con el capitalismo regional, las prioridades de la elite burguesa y de la Iglesia se iban desplazando hacia el control del sindicalismo y el desarrollo de diversas formas de acción social).

Probablemente uno de los procesos que requiere aún un mayor esfuerzo interpretativo es el del fracaso final del proyecto liberal, atribuido anecdóticamente a la decisión del presidente López de decretar una "pausa" en su proyecto de "revolución en marcha". El problema es mucho más profundo y tiene que ver con la dificultad para promover una movilización social en Colombia, tras la consolidación de las estructuras de poder rurales que tuvo lugar bajo el gobierno regenerador, y el afianzamiento de un sistema de dominación social nacional apoyado en buena parte en el funcionamiento del Estado como un aparato clientelístico, sin un gran poder autónomo, y débil frente a las instituciones dominantes de la llamada sociedad civil.

En la mayoría de los sectores dirigentes del país se consolidó, como respuesta a los intentos gubernamentales de modernización política, una visión extraordinariamente conservadora, autoritaria y antipopular del orden social, político y cultural. El orden social constituido con base en el acuerdo global de los sectores dominantes social y económicamente, con el apoyo de la Iglesia, contó con la contribución decidida incluso de aquellos grupos económicos más modernos, como los dirigentes industriales, que aunaban su modernismo en la producción con una visión paternalista de las relaciones laborales y del orden social. En el sector rural, los grupos de trabajadores asalariados y los sectores sujetos al poder de las haciendas, así como los campesinos apoyados en una reducida parcela, con muy poco acceso a la escuela y a la información, no tenían posibilidades de organización que les permitieran enfrentar un sistema de gamonalismo rural basado en el mantenimiento del campesinado en una situación de sujeción cultural y política lo más completa posible.

Convertir al obrero, al campesino, o al trabajador rural en sujeto político, en ciudadano, era un proyecto en buena parte imposible a corto plazo, y las dificultades sociales fueron agravadas por la estrategia liberal, que permitió la polarización alrededor de la cuestión religiosa, en vez de subrayar los procesos de cambio político, social y económico. De este modo, el discurso liberal no generaba la constitución de una identidad popular, al entrar en contradicción con la religiosidad todavía imperante en aquellos sectores, sino una contraposición en la base de la sociedad. La propuesta gaitanista de 1944-48. aunque algo oportunista, estaba más cerca de la mentalidad de los sectores populares, pero al surgir en un contexto ya muy polarizado no pudo evitar inscribirse en el universo de confrontación cultural total ya creado, y sucumbió víctima del enfrentamiento liberal­conservador [14] .

Como se ha repetido muchas veces, el gobierno conservador, en particular en su primera época, continuó el impulso al desarrollo capitalista, dentro de una orientación exacerbadamente autoritaria, que se reforzó a partir de 1949. La agudización de los conflictos políticos llevó incluso a que hacia 1952 se consolidara en el Estado un grupo conservador dispuesto a re­confirmar la visión tradicionalista en términos integristas que parecían contrarios al nivel de desarrollo que había alcanzado el capitalismo en el país. Este proyecto, sin embargo, fracasó, en parte por la oposición de los grupos políticos ligados al conservatismo más urbano y más vinculado al sector industrial.

IV. LA MODERNIDAD A LA FUERZA

Las páginas anteriores tratan de subrayar un hecho esencial en la historia reciente del país: el último proyecto de modernización relativamente coherente y explícito fue impulsado por el liberalismo durante las décadas del 30 y el 40 (pues la pausa no afectó otros desarrollos modernizadores diferentes a la más visible movilización política). Bajo el régimen conservador, por otra parte, se dio una contradicción interna entre los objetivos de desarrollo capitalista y un creciente autoritarismo social, cultural y político.

Del mismo modo, es indispensable reconocer que dada la persistencia del modelo de desarrollo capitalista en Colombia y su adopción prácticamente unánime por los grupos dirigentes, e incluso su aceptación también dominante por parte de los sectores populares, el autoritarismo social y cultural ha coexistido con el avance de diferentes aspectos e instituciones modernizadores. Muchos de ellos han estado vinculados en forma relativamente estrecha con las mismas necesidades del desarrollo productivo. Otras han tenido que ver con aspectos del equilibrio político, y otras han resultado de procesos sociales difícilmente controlables.

La afirmación central de este artículo es que para 1930 se habían creado las condiciones fundamentales para el desarrollo de un proceso modernizador, y que el periodo de 1930 a 1958 consolidó este proceso, aunque en un contexto particularmente contradictorio. A partir de 1958 el dominio de las instituciones modernas se impone en forma acelerada, pero sin dejar de coexistir con aspectos tradicionales incorporados y promovidos en muchas ocasiones por las instituciones modernas.

El periodo del Frente Nacional resulta caracterizado por la dificultad para hacer compatibles los efectos de la modernización social, económica y cultural con una distribución del poder dentro de la sociedad que conduce permanentemente al recurso a la violencia privada. Durante una primera fase de este periodo, quizás hasta 1980, pudo pensarse que el problema central estaba en el conflicto entre un sistema político altamente restringido y las reivindicaciones de grupos nuevos relativamente radicales que no encontraban canales de expresión dentro del bipartidismo tradicional. En la medida en que la economía seguía creciendo a un ritmo bastante elevado, parecía razonable, a primera vista, pensar que las fuertes desigualdades de ingreso y los paquetes de atraso que servían de base para la acción de grupos radicales podían desaparecer por efecto espontáneo del crecimiento de la producción. Los gobiernos del Frente Nacional, llenos de un optimismo sin límites, se negaron a cualquier política relativamente seria de distribución de la propiedad o del ingreso, aunque impulsaron, por otros motivos, una acelerada expansión de la educación que a la larga sí tuvo efectos redistribuidos [15] . De este modo, el clima de cambio económico y social contribuía a romper las redes de solidaridad tradicionales y los mecanismos de sujeción individual, sin construir nuevos mecanismos de convivencia ni conferir nuevas formas de legitimidad del orden social. Los grupos radicales recurrieron entonces a la violencia más que para imponer un orden social radicalmente diferente, como se sostenía en sus discursos expresos, para imponer al Estado políticas suavemente reformistas o una mínima neutralidad en los conflictos sociales. La lucha armada, que resultaba completamente ilegítima a la luz de la aceptación casi unánime del modelo capitalista por la población colombiana, encontraba su alimento y su parcial legitimidad en un sistema político inflexible y en una política económica y social cuya injusticia y corrupción hacían parte de los lugares comunes más arraigados en la mentalidad de la mayoría de la población.

La reducida capacidad de intervención del Estado en los conflictos sociales, la limitada legitimidad de sus instituciones y el escaso desarrollo o la evolución deforme de sus instituciones de arbitraje y control social, como la justicia y las fuerzas armadas, encontró al Estado desarmado cuando, a comienzos de la década de 1980, se añadió a los conflictos tradicionales un nuevo ingrediente, con el surtimiento del inmenso poder económico y la inmensa capacidad de violencia generados por el tráfico de drogas.

La modernización parcial y en buena parte represiva dejaba como herencia un Estado débil, impuesto por una burguesía segura de sí misma y opuesta a todo lo que restringiera su libertad de acción; una estructura política arcaica y bloqueada, con discutible legitimidad y participación popular limitada, e incapaz de integrar y resolver las demandas de sectores minoritarios muy importantes; un mundo rural en conflicto, en particular por una historia de injusticias y violencias, ante todo en las zonas de colonización, donde el Estado era inexistente o se encontraba subordinado a los grandes propietarios, una situación urbana en la que un sector substancial de la población se mantenía en condiciones de desempleo o subempleo que lo colocaban en disponibilidad para todo tipo de violencia privada. Mientras tanto, la aceleración de los procesos de cambio social y cultural, así como el surgimiento de grandes oportunidades de movilidad económica, destruían las formas tradicionales de sometimiento y control social. Todos estos factores, unidos a la tradición de violencia del país, a la inercia de una lucha guerrillera que, sin perspectivas políticas, recurrió al delito y la extorsión, a la corrupción y la violencia de las fuerzas armadas, y a la generalización de una actitud ética que abría las compuertas para cualquier clase de conducta (todo está moralmente permitido), prepararon el campo para que los dineros de la droga penetraran por todos los poros de la sociedad y llevaran a la universalización de las diversas formas de violencia.

V. LOS TRES COMPONENTES DE LA MODERNIZACION

Después de este recuento cronológico, puede retomarse la idea de las tres revoluciones, como guía para ordenar los aspectos centrales de las rápidas transformaciones que ha vivido el país en los años recientes:

A) En el terreno político, la movilización social de las décadas de 1930 y 1940, junto con los resultados de procesos sociales como la creciente urbanización, la aparición de los medios de comunicación de masas y la generalización del sistema educativo, hicieron imposible el retorno a un autoritarismo de orden tradicional. La política durante el Frente Nacional ha partido de la aceptación, como lugar común, del fundamento democrático del régimen (no es posible discutir hoy, como pudo hacerlo Laureano Gómez, acerca del absurdo de dar a todos un voto igual, aunque surjan ecos de su visión corporatista en las frecuentes propuestas de dar representación especial en órganos legislativos o constituyentes a empresarios, sindicalistas, universitarios y otros grupos sociales), y de los derechos liberales esenciales de una sociedad moderna. Sin embargo, a pesar de que el ordenamiento jurídico es ya, con pocas excepciones, esencialmente moderno, el funcionamiento concreto del Estado ha incorporado las prácticas clientelistas tradicionales, en un nuevo equilibrio orientado a tratar de frenar la movilización popular, a conservar un bipartidismo que tiene mucho de tradicional y a hacer viable el sistema a pesar de las restricciones impuestas extra-estatalmente a la participación política. La debilidad tradicional del Estado se manifiesta en su incapacidad para frenar los procesos de violencia estimulados en buena parte por organizaciones o miembros de la sociedad civil (narcotraficantes, guerrilleros, propietarios rurales) y en su frecuente alianza con grupos privados delictivos. La modernización del Estado, manifiesta con evidencia en su capacidad para expandir algunos servicios como la educación y para promover desarrollos básicos de infraestructura, en su manejo relativamente eficiente de las variables macroeconómicas, etc., tropieza con su incapacidad en el terreno esencial del orden público y de la justicia. Por otra parte, existe un espacio político nacional, o dicho de otra manera, la nación se constituye como el espacio político dominante para todos los sectores sociales, y no sólo para las elites políticas o económicas. Esto-tiene que ver en buena parte con procesos de modernización cultural y social que se mencionan más adelante.

B) Analizar la modernización cultural requeriría estudios hasta ahora no realizados. Sin embargo, vale la pena subrayar los siguientes procesos: a) El desarrollo de un sistema escolar masivo, sobre todo a partir de 1960. Dentro de las peculiares condiciones colombianas (modernización tradicionalista) buena parte de la expansión del sistema educativo se ha dejado a los particulares, pero esto no quita valor al hecho global. La educación constituye hoy el sistema esencial de socialización y de preparación para el trabajo, frente a los sistemas artesanales y campesinos tradicionales de formación en el lugar y frente al papel de la Iglesia y la familia. b) La aparición de un mercado cultural nacional. La prensa alcanza circulación significativa a partir de 1958, y desde esos años empieza a surgir un mercado nacional para los principales periódicos. Igualmente se homogeneiza la información mediante la creación de las agencias de noticias, el avance en las tecnologías de transmisión de información (telex, transmisión de imagen), etc. La radio se vuelve nacional a comienzos de la década de 1950, con la generalización de las cadenas y la aparición de tecnologías de enlace. Su impacto sobre la cultura política del país no ha sido estudiado, pero probablemente fue tan importante como el que tuvo para convertir en parte de la cultura popular colombiana el tango o la ranchera. Un intento monopolístico (ACPO) lleva la radio a amplios sectores rurales, que pronto amplían su audición a las emisoras comerciales. La televisión (establecida en 1954) alcanza un cubrimiento significativo y es factor central en la conformación de la mentalidad de la sociedad en la década de 1970, en parte como agente en un proceso de incorporación de elementos transnacionales en nuestra cultura. El mercado del libro, tradicionalmente elitista, da señales de convertirse en una típica industria moderna únicamente durante la última década. c) La creación de una práctica científica continua y la filtración masiva del conocimiento científico. Sólo con la consolidación de las universidades públicas basadas en el profesorado de tiempo completo la práctica científica, hasta entonces esporádica y quijotesca, adquiere continuidad, al menos en algunos campos [16] . Aunque la contribución de la ciencia colombiana a la ciencia universal sea marginal, el peso cultural de los científicos ha alcanzado un umbral mínimo y el proceso de difusión de la mentalidad científica, elemento esencial de la modernidad, está influido en gran medida por los científicos colombianos. Fuera de la consolidación de algunas áreas de ciencias básicas y naturales, aparecen, después de 1960, la sociología, la economía y la historia como disciplinas académicas modernas, decisivas en la generación del discurso que configura la identidad nacional. Por otra parte, los medios de comunicación, la televisión, los sistemas escolares, han hecho penetrar los aspectos centrales del pensamiento científico entre sectores ya probablemente mayoritarios de la población. Incluso las viejas prácticas mágicas se revisten de nuevos contenidos "científicos", y refuerzan la práctica de "profesores" y "psicólogos" que sirven de consejeros a quienes antes confiaban más bien en el sacerdote o en el brujo. d) El dominio de una cultura laica, a pesar de los esfuerzos eclesiásticos por mantener el control de la mentalidad del país (todavía en 1960 los obispos consideraban legítimo tratar de cambiar los rectores de las universidades), o quizás como reacción a esos esfuerzos. En efecto, uno de los más claros indicadores de la separación de la ética individual y las orientaciones religiosas, aspecto central de esta laicización, lo da el éxito de los programas de control de la natalidad, a pesar del carácter vergonzante y clandestino del apoyo oficial que se les dio. Los cambios en la moral sexual son otra indicación en este sentido. Incluso es significativo que en aquellos sitios donde existió una identidad más fuerte entre los valores religiosos y el ordenamiento social, como en Antioquia, haya sido más brusco el proceso de laicización. A diferencia de otros países latinoamericanos, donde la Iglesia tuvo una alianza menos estrecha con los grupos dominantes, en Colombia la crisis de la sociedad tradicional dejó a la Iglesia sin la flexibilidad que ha mostrado por ejemplo en el Brasil para adecuarse a las condiciones de los grupos populares, lo que ha hecho que en amplios sectores del país la práctica religiosa esté escindida de las prácticas éticas de los creyentes, mientras que el alejamiento de otros grupos a la orientación religiosa sea mayor en Colombia que en otras partes. Por otro lado, el acelerado debilitamiento de una moral basada en la religión, en un país en el que eran muy débiles las tradiciones de ética laica, ha contribuido sin duda alguna a lo que, a falta de un término mejor, podría describirse como una crisis total de los valores éticos, en todos los niveles de la sociedad, y que es un evidente resultado del proceso de modernización reciente.

C) En el terreno económico, es evidente la consolidación del capitalismo y la eliminación acelerada de las formas de producción precapitalista. Aunque todavía subsiste un sector campesino relativamente amplio, está en su gran mayoría integrado al capitalismo y produce para mercados nacionales e internacionales. Además, los valores centrales de la economía capitalista, la valorización de la iniciativa individual, la capacidad empresarial, la aceptación de las reglas de la competencia económica, el afán de lucro, etc., son compartidos por la mayoría de la población, e incluso los grupos intelectuales que apoyaron una perspectiva socialista en los últimos veinticinco años parecen, en general, haberla abandonado. Esto no excluye la crítica al modelo capitalista actual del país, pero en general esta crítica se orienta a destacar su incapacidad para distribuir más aceleradamente los "beneficios" del desarrollo y para eliminar a plazo no muy largo las situaciones de miseria y "pobreza absoluta", así como a subrayar y condenar la supervivencia de elementos muy visibles de "capitalismo salvaje": el proyecto económico dominante, también entre los grupos más críticos, parece ser sobre todo un capitalismo "moderno", de corte socialdemócrata y en algunos sectores, con niveles muy amplios de descentralismo y participación popular y comunitaria. Incluso el consenso capitalista ha llevado a que desaparezca casi por completo del debate intelectual cualquier defensa del modelo socialista o de proyectos culturales o ideológicos substancialmente diferentes a los que dominan hoy en Colombia. Los escritores que defienden en forma más integral el capitalismo han logrado arrinconar ideológicamente a los críticos del sistema, que empiezan a rechazar toda identificación con la "izquierda" y no encuentran justificaciones adecuadas ni siquiera para la defensa, de corte socialdemócrata, de las regulaciones estatales de la economía o los conflictos sociales.

VI. MODERNIZACION Y POSMODERNISMO.

El debate sobre la posmodernidad ha tenido poco impacto en Colombia. Sin entrar en sus implicaciones más complejas, creo que vale la pena sugerir que una razón para esto se encuentra en las condiciones propias del desarrollo colombiano. Hace apenas treinta o cuarenta años el proceso histórico del país dejaba todavía en duda el ingreso a la modernidad, incluso en su forma más restringida de desarrollo económico (muchos analistas de los sesenta, como Arrubla, mostraron que aun esto sería imposible) [17] , para no hablar de la firmeza de sus formas de autoritarismo cultural y político. Hoy, tras un proceso de una velocidad que no tuvo pares en los países clásicos, Colombia está claramente en el mundo moderno, así sus sectores modernos se apoyen en las instituciones tradicionales, convivan con ellas y las reconstruyan permanentemente. En estas condiciones, el problema no parece ser el del fracaso de la modernidad, el abandono de sus promesas (como pudieron vivirlo los intelectuales de sociedades tempranamente modernas como Argentina o Uruguay, enfrentados a procesos de empantanamiento social sin aparente salida), sino todavía su logro: los científicos políticos colombianos proponen modelos estatales que sólo se diferenciarían del actual por la eliminación del clientelismo, el aumento de la participación social y el establecimiento del monopolio de la fuerza por el Estado; los científicos sociales y los economistas defienden proyectos de desarrollo que refuercen el acceso a la educación, consoliden la mentalidad científica popular y generen una participación más igualitaria en el producto nacional. La cuestión es, para casi todos ellos, completar, en un sentido aún muy restringido, las promesas de la modernidad: la ciudadanía abstracta, la regulación y el trámite de los conflictos por el Estado, el dominio de la ciencia, el progreso económico y la distribución más amplia de sus "beneficios". Sólo la continuidad de la violencia, con su porfiada existencia, ofrecería motivos serios de desesperanza, permitiría descalificar la función histórica de los grupos dirigentes e impediría la aparición de un nuevo consenso en Colombia, al revelar las limitaciones del proyecto modernizador.

El texto anterior constituye ante todo un registro de un proceso que se ha impuesto con una fuerza que, retrospectivamente, tiene cierto aire engañoso y ominoso de ineluctabilidad. Quizás en sus inflexiones irónicas haya alcanzado a sugerir que la modernidad no es un beneficio inequívoco y que los costos de su triunfo han sido tal vez excesivos. Así como para los indígenas del siglo XVI carecía de interés una evangelización y una civilización que se impuso mediante la muerte del 90% de quienes debían beneficiarse de ellas, debe preguntares cuál es la significación del proceso de modernización para las comunidades indígenas cuya cultura se ha destruido, para las víctimas de 40 años de violencia, o para las personas que han vivido en la miseria desde que ésta fue generada por el progreso económico. Y la misma trama de la exposición debería permitir preguntarse si no es prematuro el abandono de todas las alternativas al capitalismo que conocemos y si será posible reconstruir el delgado tejido de nuestra civilización sin proponer nuevas utopías de convivencia social y de ordenamiento económico en un país que se resigna cada vez más al caos y a la violencia, con la casi única condición de que continúe el desarrollo económico.

CITAS

* Historiador, investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones internacionales. (1989)

1. El término es común desde el Renacimiento, corno contraste con la Edad Antigua, pero tiende a usarse sólo en sentido negativo. Ver Raymond Williams, Keywords: a Vocabulary of Culture and Society, Londres, 1976, p. 174.

[2] J. Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia, Barcelona, 1969, pp. 4, 8, 37 y 100: "es en Italia donde por vez primera... se despierta una consideración objetiva del Estado y con ella un manejo objetivo de las coses del Estado y de todas las coses del mundo en general. Y al lado de esto, se yergue, con pleno poder, lo subjetivo: el hombre se convierte en individuo espiritual y como tal se reconoce".

[3] El conocido debate comenzó con la publicación, en 1905, del libro de Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, 1971. Tawney matizó bastante el argumento en La religión y el auge del capitalismo, Buenos Aires, 1956. El trabajo esencial de Werner Sombart es El capitalismo moderno, en el que subraya la contribución de grupos como los católicos y judíos. Pueden verse también sus libros Lujo y capitalismo, Madrid, 1973, y El burgués, Madrid, 1977. Una equilibrada presentación de la influencia protestante en el surgimiento del capitalismo, que incluye una discusión general del múltiple impacto del protestantismo en la aparición del mundo moderno, la hizo Ernst Troeltsch, El protestantismo y el mundo moderno, México, 1951, [1911].

[4] C. B. McPherson, The Political Theory of Possessive Individualism: Hobbes to Locke, Oxford, 1962, y Karl Polaner, The Great Transformation: The Political and Economic Origins of our Time, Boston, 1967

[5] Ver, al respecto, el libro de Benedict Anderson Imagined Communities. Reflexions on the Origins and Spread of Nationalism, Londres, 1983.

[6] En El Capital, México, aparece el famoso texto en el que Marx señala que los países que no han completado la transición al capitalismo deben ver en Inglaterra el paradigma de su desarrollo: "De te fabula narratur" Los artículos sobre la India, en 1853, presentan, en palabras del propio Marx, "como revolucionaria la destrucción de la industria vernácula por Inglaterra". Carta a Engels, 14 de junio de 1853, citada en K. Marx-F. Engels, Materiales para la Historia de América Latina, Buenos Aires, 1972. En la mayor parte de su obra se advierte una visión de la destrucción de los modos de producción pre-capitalistas como un proceso civilizador, aunque lamente la barbarie de los colonizadores.

[7] Un sofisticado análisis de esos procesos se encuentra en Raymond Williams, The Long Revolution, Londres, 1961, donde se usa expresamente el término "revolución cultural".

[8] Un desarrollo de estos temas lo hace C. B. Macpherson en Democratic Theory: Essays in Retrieval, Oxford, 1978, pp. 24-36, en todo su libro La realidad democrática: liberalismo, socialismo, tercer mundo, Barcelona. 1968.

[9] De la amplia literatura al respecto, es un ejemplo temprano el de Cyril E. Black, The Dynamics of Modernization, New York, 1967. Ver también Cyril Black, "An Introduction to Modernization studies", en Nichio Nagai (ed), Development in the Non-western World, Tokio, 1984. Las teorías del "despegue" de W. W. Rostow se enmarcan sin duda dentro de este tipo de visiones.

[10] J. O. Melo, "El proceso de modernización en Colombia, 1850-1930", Revista UN, No. 20, Medellín, 1985, p. 31. Este texto está reproducido en J. O. Melo, Predecir el pasado: ensayos de historia de Colombia, Bogotá, 1992

[11] Ver J. O. Melo, "Lo identidad nacional: etnia y región en Colombia", ponencia presentada al IX Congreso Nacional de Antropología, Villa de Leyva. octubre de 1988.

[12] Un análisis de loe aspectos de la estructura económica que hacían utópico el desarrollo basado en el mercado interno se encuentra en J. O. Melo, "El modelo liberal", en Manual de Historia (Bogotá, Colcultura, 1979). Marco Palacios adopta una visión similar en El café en Colombia, 1850­-1970: una historia económica, social y política, 2ª edición, Bogotá, Ancora Editores, 1983.

[13] Destaco este tema en mi artículo "La política 1900-1944", en Historia de Antioquia, Bogotá, 1988.

[14] El mejor tratamiento de los complejos procesos de este período es el de Daniel Pécaut, Orden y Violencia, 2 Vols., Bogotá, 1988. Mis comentarios sobre el problema de la "ciudadanía" han sido en parte sugeridos por esta obra.

[15] Un análisis de estos aspectos de la política frentenacionalia­ta se encuentra en Jorge Orlando Melo, "El Frente Nacional", en Estrategia económica y financiera, Bogotá, julio de 1978. Sobre los efectos redistributivos de la política educativa ver Juan Luis Londoño de la Cuesta, "Distribución nacional del ingreso en 1988; una mirada en perspectiva", en Coyuntura Social, No. 1, Bogotá, FEDESARROLLO, 1989.

[16] Ver Jorge Orlando Melo "La historia de la ciencia en Colombia", en Revista Universidad de Antioquia, 203, Medellín,1986.

[17] Mario Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano, Medellín, 1968. Este texto, publicado originalmente en 1962 en la revista Estrategia, de Bogotá, y escrito en colaboración con Estanislao Zuleta, fue el primer best-seller ensayístico en la historia editorial del país, e influyó dramáticamente sobre los sectores intelectuales de izquierda del país.